Es puerta de la luz un libro abierto,
entra por ella niño y de seguro
que para ti serán en lo futuro
dios más visible, su poder más cierto.
El ignorante vive en el desierto,
donde es el agua poca, el aire impuro.
Un grano le detiene el pie inseguro,
camina tropezando, vive muerto.
En esa de tu edad abril florido
recibe el corazón las impresiones
como la cera al toque de las manos.
Estudia y no serás cuando crecido
ni el juguete vulgar de las pasiones,
ni el esclavo servil de los tiranos.
Trabaja
Trabaja, joven, sin cesar trabaja:
la frente honrada que en sudor se moja,
jamás ante otra frente se sonroja,
ni se rinde servil a quien la ultraja.
Tarde la nieve de los años cuaja
sobre quien lejos la indolencia arroja;
su cuerpo al roble por lo fuerte, enoja;
su alma del mundo al lodazal no baja.
El pan que da el trabajo es más sabroso
que la escondida miel que con empeño
liba la abeja en el rosal frondoso.
Si comes ese pan serás tu dueño,
mas si del ocio ruedas al abismo
todo serlo podrás, menos tú mismo.
Descansa
Ya es blanca tu cabeza, pobre anciano:
tu cuerpo, cual la espiga al torbellino,
se dobla y rinde fácil: ya tu mano
el amigo bordón del peregrino.
Maneja sin compás, y el aire sano
es a tu enfermo corazón mezquino…
deja la alforja, ve, descansa ufano
en la sombreada orilla del camino;
Descansa, sí; mas como el sol se acuesta,
viajero como tú, sobre el ocaso,
y al rastro que le sigue un rayo presta;
abre así con amor tus labios viejos,
y alumbra al joven que te sigue el paso
con la bendita luz de tus consejos.
Elías Calixto Pompa
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